miércoles, 6 de abril de 2011

DEBATE CUSTODIA COMPARTIDA. A2 SOCIETAT. CANAL NOU 24



Espacio de debate en canal Nou 24. En este programa se debate la nueva ley de Custodia Compartida Valenciana, con Pilar Marco, presidenta de la asociación Custodia Compartida Ya! de Valencia y la abogada Palmira Trelis.

jueves, 24 de marzo de 2011

APROBACIÓN LEY VALENCIANA DE CUSTODIA COMPARTIDA

Hoy ha sido aprobada la Ley de Custodia Compartida en la Comunidad Valenciana, con los votos a favor del Partido Popular de la Comunidad Valenciana y del grupo parlamentario Compromís, y con los votos en contra del Partido Socialista del País Valenciá- PSOE y del grupo parlamentario Izquierda Unida del País Valenciá.
FELICIDADES A TODOS LOS HIJOS/AS DE PADRES Y MADRES SEPARADOS: A partir de ahora tienen derecho a estar con ambos.

A FAVOR:

votos a favor

EN CONTRA:
EN CONTRA

lunes, 28 de febrero de 2011

SUNSI DE BÈLGIDA

Fuente: Xavi Tarrasó

En la sección Finales felices de nuestro blog os relatamos experiencias reales de parejas con hijos que, tras la ruptura de su matrimonio, deciden seguir atendiendo de manera conjunta y repartiendo equitativamente su tiempo de dedicación a sus hijos. Su objetivo es educar a los niños en igualdad de condiciones para mostrarles su amor y cariño sin tener que hacer  quiebros a la vida.

Con ese propósito el equipo de redacción de nuestra Asociación se desplaza a Bèlgida (Valencia). Allí nos espera Asunción Molina Moscardó, Sunsi, madre de una niña de 13 años.

Sunsi se separó hace 11 meses. Ella y su marido decidieron atender a su hija estableciendo una periodicidad mensual en su custodia.

Esta adolescente acude a un instituto de la localidad de Olleria. Su padre reside en esta localidad, mientras que la madre se desplaza  con su coche en un recorrido de 12 kilómetros diarios, a los que se suman otros tantos cuando hay que acudir a las actividades extraescolares. Resaltamos en este punto que Sunsi trabaja  fuera de casa en su propio negocio.

Esta señora, con su renuncia a la custodia monoparental, ha tenido que asumir sacrificios para llevar este sistema de educación corresponsable con su hija.

Podría haberse reservado los privilegios que tiene para las madres un sistema trasnochado mantenido por una suerte de leyes ambiguas, jueces cómodos y abogados interesados. Sin embargo Sunsi lo tenía muy claro desde el principio. Habló con unas pocas amistades y la familia más íntima. No necesitaba nada más para tomar su decisión: la niña era cosa de los dos padres.

Pronto los reporteros advierten que están delante de una mujer de una sola pieza, íntegra, cabal, segura y, además, muy natural.

Es de estas personas que te convencen con sus sólidos argumentos.

Afirma, por ejemplo, que  ella y su ex-marido se separaron por “puras desavenencias”. En realidad, no hay más razones que dar ante una separación o al menos los demás no deberíamos exigir más detalles. A los separados nos incomoda especialmente esta pregunta que, hay que reconocer, nos la acaban haciendo todos.

Para nuestro agrado Sunsi habla bien de su ex-marido. Afirma que es un buen padre, buena persona, de toda confianza. 

Somos conscientes que cuando peor se llevan las cosas es al principio y Sunsi es de la clase de personas que no habla con rodeos. Es clara en sus afirmaciones y ha mantenido a lo largo de toda la conversación que Jose, su ex-marido, es un buen padre que educará a la hija igual de bien que lo hará ella, con las diferencias que inevitablemente existen entre dos personas adultas.

Intuyo que se trata de una mujer hecha a sí misma, de convicciones profundas y que sabe muy bien el terreno que pisa. Transcurre la entrevista y su forma de expresar las bondades de la custodia compartida sigue sorprendiéndonos.

La familia extensa ha asimilado muy bien esta forma de cuidar a la hija de Sunsi y Jose. Los familiares son una parte esencial en este entramado de atenciones a los hijos y en este caso la relación con los abuelos es muy buena. Estamos seguros que a ello han contribuido decisivamente la madre y el padre.

Ambos han creído en esta manera de hacer las cosas que supone, en el terreno económico, atender conjuntamente los gastos  inherentes a la educación de los hijos y debería obviar la pensión hacia el otro cónyuge.

Entendemos que, aunque necesaria en algunos casos, la pensión es una forma de dependencia que no agrada como obligación cuando ya no hay relación afectiva entre dos personas.

Se acaba la cena y la entrevista llega a su fin.

El equipo de reporteros se despide con gratitud ante una señora que merece mucho respeto y admiración por parte de tantos padres varones que desearían atender a sus hijos con mayor frecuencia.

También debe recibir reconocimiento por parte de las madres que conservan prejuicios sobre el hecho de compartir la educación de sus hijos con el padre de sus criaturas.

Esta fórmula comparte responsabilidades entre ambos padres y libera generosamente al progenitor custodio de tiempo para dedicar a otros menesteres.

Recibe un abrazo cariñoso de todos los socios y simpatizantes de Custodia Compartida Ya! de Gandia.

Gracias Sunsi.

CONTIGO Y CONMIGO. DOCUMENTAL DE RTVE SOBRE LA CUSTODIA COMPARTIDA

En Aragón entró en vigor la primera Ley de Custodia Compartida de nuestro país. Y el debate está sobre la mesa: en caso de divorcio ¿con quién se quedan los hijos?
A la madre siempre le ha tocado quedarse a cargo de ellos. Hasta hace poco, nadie dudaba de que era lo mejor para los menores, pero ahora muchos padres reivindican su papel como educadores. La razón principal es que están hartos de ser simples visitadores de sus hijos.

Haz click en el siguiente enlace para reproducir el programa:
http://www.rtve.es/mediateca/videos/20110116/cronicas-contigo-conmigo-16-01-11/989230.shtml

ISLANDIA: EL REINO DE LA CUSTODIA COMPARTIDA

Fuente: CARLIN, John. "REPORTAJE: ISLANDIA. La buena vida". El País Semanal 06-04-2008.
http://www.elpais.com/articulo/portada/buena/vida/elpepusoc/20080406elpepspor_7/Tes

 
Aislamiento. Frío. Naturaleza hostil. Los islandeses han hecho frente a sus problemas. Hoy son los seres humanos más felices, y su país, el lugar donde mejor se vive del mundo. Ellos mismos explican por qué.

El índice de natalidad más elevado de Europa + la mayor tasa de divorcios + el mayor porcentaje de mujeres que trabajan fuera de casa = el mejor país del mundo para vivir. Hay algo que tiene que estar mal en esta ecuación. Si se unen esos tres factores –montones de hijos, hogares rotos, madres ausentes–, el resultado tiene que ser la receta para la miseria y el caos social. Pues no. Islandia, el bloque de lava subártico al que se refieren estas estadísticas, encabeza las últimas clasificaciones del Índice de Desarrollo Humano del PNUD, lo cual significa que, como sociedad y como economía –en relación con la riqueza, la sanidad y la educación–, es el mejor lugar del mundo. Podría replicarse: muy bien, pero con sus oscuros inviernos y sus veranos nada tropicales, ¿son felices los islandeses? La verdad es que, en la medida en que es posible medir esas cosas, lo son. Entre otras estadísticas, un estudio académico aparentemente serio aparecido en The Guardian en 2006 decía que los islandeses eran el pueblo más feliz de la Tierra (el estudio posee cierta credibilidad, puesto que llegaba a la conclusión de que los rusos eran los menos felices).
Oddny Sturludóttir, una mujer de 31 años con dos hijos, me contó que tenía una buena amiga de 25 con tres hijos de un hombre que acababa de abandonarla. “Pero no tiene ninguna sensación de crisis”, dijo Oddny. “Está preparándose para seguir adelante con su vida y su carrera con una actitud perfectamente optimista”. La respuesta a la pregunta de por qué la amiga no piensa que sea una crisis lo que cualquier mujer de cualquier parte del mundo occidental consideraría una catástrofe ayuda a explicar por qué los 313.000 habitantes de Islandia son tan sensatos, alegres y triunfadores.
Existen, eso sí, otros factores más visibles. Los datos son abundantes: el país con la sexta renta per cápita del mundo; en el que la gente compra más libros; en el que la expectativa de vida para los hombres es la más larga del mundo, y para las mujeres está entre las más altas; el único país de la OTAN que no tiene Fuerzas Armadas (se prohibieron hace 700 años); el que tiene la mayor proporción de teléfonos móviles por habitante, el sistema bancario que más rápidamente está expandiéndose en el mundo, el increíble crecimiento de las exportaciones, el aire cristalino, el agua caliente que llega a todos los hogares directamente desde las cañerías naturales de las entrañas volcánicas, y así sucesivamente.
Pero ninguna de estas cosas sería posible sin la sólida seguridad en sí mismos que define a los islandeses, y que, a su vez, nace de una sociedad que está culturalmente orientada –como prioridad absoluta– a educar niños sanos y felices, con todos los padres y madres que sean. En gran parte es herencia de sus antepasados vikingos, cuyos hombres se dedicaban sin reparos a saquear y violar, pero, al menos, tenían la coherencia moral de no mostrarse celosos por las aventuras de sus esposas, unas mujeres que se encargaban de alimentar a la familia en la dureza de tundra de esta isla del Atlántico norte mientras los maridos se iban de exploraciones por el mundo durante años. Como me explicó una abuela con varios nietos en mi primera visita a Islandia, hace dos años, “los vikingos se iban a otros países, y las mujeres eran las que mandaban y tenían hijos con los esclavos, y cuando los vikingos regresaban, los aceptaban con un espíritu de cuantos más, mejor”.
Oddny –una pianista esbelta y atractiva que habla alemán con fluidez, traduce libros del inglés al islandés y es concejal en la capital, Reikiavik– es un ejemplo contemporáneo de lo mismo. Hace cinco años, cuando estudiaba en Stuttgart, se quedó embarazada de un alemán. Durante el embarazo rompió con él y volvió a juntarse con un viejo amor, un prolífico escritor y pintor islandés llamado Hallgrimur Helgason. Los dos volvieron a Islandia a vivir juntos con el recién nacido y posteriormente tuvieron una hija en común. Hallgrimur adora a los dos niños, pero Oddny cree importante que su hijo mayor conserve una relación estrecha con su padre biológico. Así que, de forma habitual, el alemán va a Islandia y se aloja en casa de Oddny y Hallgrimur una o dos semanas.
“Las familias hechas de retazos son una tradición aquí”, explica Oddny, que no ha ido a trabajar y está en casa esta mañana de jueves para cuidar de su hija pequeña, a la que le duele el oído. “Es normal que las mujeres tengan hijos con más de un hombre. Pero todos son familia”. El caso de Oddny no es nada atípico. Cuando llega el cumpleaños de un niño no sólo acuden a la fiesta las distintas parejas de padres, sino también todos los abuelos, y flotas enteras de tíos y tías.
Islandia, situada en medio del Atlántico norte y con Groenlandia como vecino más próximo, estaba demasiado lejos para que nadie llegara hasta allí aparte de los más obstinados misioneros cristianos medievales.
Es un país en gran parte pagano, como les gusta decir a los nativos, sin la carga de los tabúes que tanta inquietud generan en otros lugares. Eso significa que son personas prácticas y que van al grano. Y eso significa, a su vez, montones de divorcios. “No es algo de lo que estar orgullosos”, dice Oddny, con una sonrisa, “pero el caso es que los islandeses no se aferran a relaciones que van mal. Se van”. Y el motivo por el que pueden hacerlo es que la sociedad, empezando por los padres, no les estigmatiza. El incentivo de “permanecer juntos por los niños” no existe. Los niños van a estar estupendamente porque toda la familia se unirá a su alrededor, y lo más probable es que los padres sigan teniendo una relación civilizada, basada en la decisión, normalmente automática, de que la custodia de los hijos va a ser compartida [...]